Roberto Calasso
Nýmphe significa «muchacha preparada para casarse» y «venero de agua». Cada uno de estos significados es la vaina del otro. Acercarse a una Ninfa significa ser presa, quedar poseído de algo, sumergirse en un elemento blando y móvil que puede revelarse, con igual probabilidad, glorioso o funesto. En el Fedro, Sócrates reivindica con firmeza el ser un nymphóleptos, «cautivo de las Ninfas». Pero Hilas, amante de Heracles, fue engullido para siempre por un espejo de agua habitado por Ninfas. El brazo de la Ninfa que lo ceñía para besarlo al mismo tiempo «lo sumergía en medio del remolino». Nada es más terrible ni más precioso que el saber que proviene de las Ninfas. Pero ¿cuál es la naturaleza de sus aguas? Solo se nos insinúa en el paganismo tardío, cuando Porfirio, en su Gruta de las Ninfas, cita un himno a Apolo en el que se habla de las «noerÔn hydáton», de las «aguas mentales», que las Ninfas presentaron en ofrenda a Apolo. Conquistadas, las Ninfas se ofrecían a sí mismas. Ninfa es la estremecida, oscilante, centelleante materia mental de la que están hechos los simulacros, los eídola. Es la materia misma de la literatura. Cada vez que se acerca la Ninfa, vibra aquella materia divina que se plasma en las epifanías y se instala en la mente, potencia que precede y sostiene a la palabra. Desde el momento en que aquella potencia se manifiesta, la forma la sigue y se adapta, se articula según aquel flujo.
La última celebración grandiosa y resplandeciente de las ninfas se encuentra en Lolita, historia de un nymphóleptos, el profesor Humbert Humbert, «cazador encantado», que entra en el reino de las Ninfas siguiendo un par de calcetines blancos y unas gafas en forma de corazón. Nabokov, que era un maestro en el arte de diseminar en sus libros secretos tan evidentes y visibles que nadie los veía, expone desde las primeras diez páginas de la novela los motivos de su desgarrado, suntuoso homenaje a las Ninfas; exactamente allí donde, con la precisión del lexicógrafo, cuenta que «hay muchachas entre los nueve y los catorce años de edad, que revelan su verdadera naturaleza, que no es la humana, sino la de ninfas (es decir, demoníaca), a ciertos fascinados peregrinos, los cuales, muy a menudo, son mucho mayores que ellas (hasta el punto de doblar, triplicar o incluso cuadruplicar su edad). Propongo designar a esas criaturas escogidas con el nombre de nínfulas» Aunque la palabra «nínfula» estaba destinada a tener una impresionante fortuna, sobre todo en el circuito ecuménico de la pornografía, no muchos lectores se dieron cuenta de que en esas líneas Nabokov estaba dando la clave de su enigma. Lolita es una Ninfa que vagabundea entre los moteles del Middle West, «un genio inmortal disfrazado de niña», de un modo tal que los nymphóleptoi solo pueden escoger entre ser considerados criminales o psicópatas, como el profesor Humbert Humbert. Es fácil establecer el puente entre las «aguas mentales» de las Ninfas y los dioses. Puesto que para sus incursiones en la tierra, los dioses se han dejado atraer por las Ninfas con más frecuencia que por los humanos. Ninfa es el medium en el que se encuentran los dioses y los hombres afortunados.
Octavio Paz
Los primeros en advertir el origen común de amor, religión y poesía fueron los poetas. El pensamiento moderno ha confiscado este descubrimiento para sus fines. Para el nihilismo contemporáneo poesía y religión no son sino formas de la sexualidad: la religión es una neurosis, la poesía una sublimación. No es necesario detenerse en estas explicaciones. Tampoco en las que pretenden explicar un fenómeno por otro —económico, social o psicológico— que a su vez necesita otra explicación. Todas esas hipótesis, como se ha dicho muchas veces, delatan el imperialismo de lo particular, característico de las concepciones del siglo pasado. La verdad es que en la experiencia de lo sobrenatural, como en la del amor y en la de la poesía, el hombre se siente arrancado o separado de sí. Y a esta primera sensación de ruptura sucede otra de total identificación con aquello que nos parecía ajeno y al cual nos hemos fundido de tal modo que ya es indistinguible e inseparable de nuestro propio ser. ¿Por qué no pensar, entonces, que todas estas experiencias tienen por centro común algo más antiguo que la sexualidad, la organización económica o social o cualquier otra «causa»?
Lo sagrado trasciende la sexualidad y las instituciones sociales en que cristaliza. Es erotismo, pero es algo que traspasa el impulso sexual; es un fenómeno social, pero es otra cosa. Lo sagrado se nos escapa. Al intentar asirlo, nos encontramos que tiene su origen en algo anterior y que se confunde con nuestro ser. Otro tanto ocurre con amor y poesía. Las tres experiencias son manifestaciones de algo que es la raíz misma del hombre. En las tres late la nostalgia de un estado anterior. Y ese estado de unidad primordial, del cual fuimos separados, del cual estamos siendo separados a cada momento, constituye nuestra condición original, a la que una y otra vez volvemos. Apenas sabemos qué es lo que nos llama desde el fondo de nuestro ser.
Lao Tse
Lo bien arraigado no se arranca,
lo bien abrazado no se suelta,
las generaciones futuras no dejarán de celebrar sacrificios.
Si cultivas el Tao en tu persona
tu virtud será verdadera;
si lo cultivas en el gobierno de tu familia
tu virtud será sobrada;
si lo cultivas en el gobierno de tu aldea
tu virtud será prolongada;
si lo cultivas en el gobierno de tu Estado
tu virtud será abundante;
si lo cultivas en el gobierno del mundo
tu virtud se hará universal.
Considera a los demás desde tu propia persona,
considera a las otras familias desde tu propia familia,
considera a las otras aldeas desde tu propia aldea,
considera a los otros Estados desde tu propio Estado,
considera a los otros mundos desde tu propio mundo.
¿Cómo puedo saber que el mundo es así?
Por lo que hay aquí y ahora.
Philip K. Dick
It was always my hope, in writing novels and stories which asked the question “What is reality?”, to someday get an answer. This was the hope of most of my readers, too. Years passed. I wrote over thirty novels and over a hundred stories, and still I could not figure out what was real. One day a girl college student in Canada asked me to define reality for her, for a paper she was writing for her philosophy class. She wanted a one-sentence answer. I thought about it and finally said, “Reality is that which, when you stop believing in it, doesn’t go away.” That’s all I could come up with. That was back in 1972. Since then I haven’t been able to define reality any more lucidly.
But the problem is a real one, not a mere intellectual game. Because today we live in a society in which spurious realities are manufactured by the media, by governments, by big corporations, by religious groups, political groups. . . . So I ask, in my writing, What is real? Because unceasingly we are bombarded with pseudo-realities manufactured by very sophisticated people using very sophisticated electronic mechanisms. I do not distrust their motives; I distrust their power. They have a lot of it. And it is an astonishing power: that of creating whole universes, universes of the mind. I ought to know. I do the same thing. It is my job to create universes, as the basis of one novel after another. And I have to build them in such a way that they do not fall apart two days later.
But I consider that the matter of defining what is real — that is a serious topic, even a vital topic. And in there somewhere is the other topic, the definition of the authentic human. Because the bombardment of pseudo-realities begins to produce inauthentic humans very quickly, spurious humans — as fake as the data pressing at them from all sides. My two topics are really one topic; they unite at this point. Fake realities will create fake humans. Or, fake humans will generate fake realities and then sell them to other humans, turning them, eventually, into forgeries of themselves. So we wind up with fake humans inventing fake realities and then peddling them to other fake humans. It is just a very large version of Disneyland.
Eutanasio Monserga
La naturaleza no es natural, es el artificio de Dios, su creación, y toda creación es arte, por ende artificial. La naturaleza no es necesidad, es convención, un simple acuerdo provisional de Dios consigo mismo.
Héctor A. Murena
A pesar de que en su raíz esté la nostalgia por lo sacrum arquetípico, por ese más allá al que la metáfora tiende y que es el reino con el que la religión religa, la melancolía es condenada por la religión. “Un jasid se quejaba al Rabí de Lublin (llamado el Vidente) de que impulsos malignos lo acosaban y lo llevaban a la melancolía. El Rabí le dijo: Por sobre todo, libérate de la melancolía. Cuando el Maligno impulsa a los hombres, su fin no es hacerlos pecar, sino arrastrarlos a través del pecado al pozo de la melancolía”. ¿Cuál es la causa de esa sanción narrada por la historia jasídica, sanción que en la severidad con que coloca a la melancolía en la escala negativa por encima de todos los pecados viene a confirmar la importancia radical de ese eclipse del espíritu? La melancolía es índice de que la criatura se encuentra prisionera de su yo inferior. Melancolía surge a causa de la nostalgia por algo que no se posee: para advertir que no se posee algo es preciso mirarse, detenerse en uno mismo. Lo cual constituye la manía del ego, el egoísmo. Semejante manía mortifica a la criatura porque al condenarla a caer bajo la hipnosis de un pasado en el que no le dieron lo que le “falta” y de un futuro del que espera que le traiga lo que le “falta”, le sustrae la posibilidad de vivir el instante presente, que es lo único vivible para el hombre total: en la melancolía, como el hombre desvía la mirada de su Creador, que es el presente dador de vida, se temporaliza -pues la noción del tiempo no existe mientras estamos sumidos en el presente y sí cuando atendemos al futuro o el pasado- y daña la eternidad que hay en él, con lo que queda a merced de la tentación de todas las caídas. La melancolía es el lamento de Dios que, aprisionado en el hombre, no logra reunirse con Sí mismo.
Jostein Gaarder
Un niño está sentado en un cajón de arena haciendo un castillo. El niño construye continuamente algo nuevo, lo mira con gran entusiasmo, y lo vuelve a aplastar. De la misma forma actúa el tiempo con el planeta. Aquí esta escrita la historia del mundo, aquí están grabados, y luego borrados de nuevo, todos los acontecimientos. Aquí bulle la vida como en un hervidero. Y aquí también nos modelarán a nosotros un buen día, con el mismo material frágil que a nuestros antepasados. Aquí el viento del tiempo nos mece, aquí nos lleva puestos, aquí es nosotros, pero nos vuelve a soltar para que nos caigamos de bruces. Se nos hace aparecer y desaparecer por arte de magia. Siempre hay algo fermentando, algo esperando ocupar nuestro puesto. Porque carecemos de tierra firme bajo los pies. Ni siquiera tenemos arena. Somos arena.
No existe ningún escondite para el tiempo. Podemos escondernos de reyes y emperadores, quizá también de Dios. Pero no podemos escondernos del tiempo. El tiempo nos ve en todas partes, porque todo lo que nos rodea está impregnado de ese inquieto elemento.
El tiempo no pasa. El tiempo no hace tic-tac. Nosotros somos los que nos movemos, nuestros relojes son los que hacen tic-tac. Tan silenciosamente como el sol sale por el este, y se pone por el oeste, el tiempo devora su camino a través de la historia. Echa por tierra grandes civilizaciones, corroe antiguos monumentos y devora generación tras generación de seres humanos.
Antonio Damasio
La gente suele hablar de los algoritmos con reverencia, con el respeto que se le debe a cualquier clase de progreso científico o técnico que haya cambiado la vida de las personas. La reverencia y el respeto están justificados, pero es importante comprender la naturaleza de los algoritmos y ser consciente de sus límites, en especial cuando los comparamos con las imágenes. Hay que pensar en los algoritmos como recetas, como la manera de preparar un filete vienés o una tarta de manzana. Las recetas son útiles, desde luego, pero no son la cosa que las propias recetas pretenden ayudarnos a preparar. No podemos degustar una receta de filete vienés o saborear una receta de tarta de manzana. Gracias a nuestra mente, podemos anticipar el sabor que tendrán y salivar en consecuencia, pero si solo tenemos una receta, no podremos saborear realmente un producto que no existe. Cuando la gente piensa en “instalar o descargar su mente”, como si de un ordenador se tratara, y hacerse inmortal, debería darse cuenta que esa aventura -sin un cerebro vivo emplazado en un organismo vivo- consistiría en transferir recetas, y solo recetas, a un recurso informático. Siguiendo con esta argumentación hasta el final, no tendrían acceso a los verdaderos sabores y aromas de la cocina y la comida real.
Aunque pudiera parecerlo, no menosprecio los algoritmos. ¿Cómo podría hacerlo, después de todos los himnos de admiración que he cantado en honor de las inteligencias recónditas y los códigos que las permiten?
ANONYMOUS
Now Hermeticism, the living Hermetic tradition, guards the communal soul of all true culture. I must add: Hermeticists listen to -and now and then hear-the beating of the heart of the spiritual life of humanity. They cannot do otherwise than live as guardians of the life and communal soul of religion, science and art. They do not have any privilege in any of these domains; saints, true scientists and artists of genius are their superiors. But they live for the mystery of the communal heart which beats within all religions, all philosophies, all arts and all sciences - past, present and future.
Silence is the indispensable climate for all revelation; noise renders it absolutely impossible.
Federico González
Este sueño es una pesadilla colectiva. Sabios que jamás oyeron hablar de la verdad y la sabiduría, gobiernos que promueven la competencia (en la que unos ganan y otros pierden) y conjuntamente la igualdad sin encontrar contradicciones. Científicos progresistas que recién han descubierto la materia; la sociedad del dinero tiene el precio más caro del mundo. El que computa más información se supone que es el que sabe, la mecanicidad cuantitativa es lo más apropiado, y su hija, la técnica, nos gobierna. También líbrame Señor de los imaginativos y 'creativos', sus opuestos análogos, los chicos malos del paseo. Tú sabes que te pido con todo el corazón que no me concedas sus fantasías. Líbrame de los oficialistas y los rebeldes pues entre ambos conforman el sistema. ¡Sálvame Señor del condicionamiento que me ha impuesto la burguesía ilustrada!
Art: Satan throwing to the world the food she deserves (Félicien Rops, 1833-98)Federico González
El tiempo por primera vez se ha detenido en su constante ambular, aunque todo es tan sutil y tan difícil de advertir; aun para ti mismo. Y tú has nacido a la realidad exactamente en ese instante. El embarazo ha llegado a su fin y se ha producido tu alumbramiento, al que los sabios llamaban la hora de la muerte. Tu creación, no la mera sucesión de espacios y tiempos indefinidos, sino tu auténtico ser, tu identidad. No nacida ni de la carne ni de la sangre y ni siquiera de querer de hombre. Has roto lo que te limitaba al tomar conciencia de ti y todo se ha realizado simultáneamente. Has sido tu padre y tu madre y la creatura. Te has tallado un nuevo rostro que tú has elegido por obra de la gracia. Te has moldeado haciendo una obra de arte contigo a tu imagen y semejanza.